30 julio, 2006

II - Despierta, tu que duermes


Texto previo al retiro del 29 de Julio 2006
RB - Prólogo

8 Levantémonos, pues, de una vez, ya que la Escritura nos exhorta y nos dice: "Ya es hora de levantarnos del sueño".
9 Abramos los ojos a la luz divina, y oigamos con oído atento lo que diariamente nos amonesta la voz de Dios que clama diciendo:
10 "Si oyeren hoy su voz, no endurezcan sus corazones".
11 Y otra vez: "El que tenga oídos para oír, escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias".
12 ¿Y qué dice? "Vengan, hijos, escúchenme, yo les enseñaré el temor del Señor".
13 "Corran mientras tienen la luz de la vida, para que no los sorprendan las tinieblas de la muerte".

"Despierta, tu que duermes, levántate de entre los muertos..." sobre ti brillará Cristo. Y tú tocarás a Cristo, y él te tocará" . Estamos llamados al despertar de la iluminación, tanto en el NT y los Padres, como en las religiones orientales, el despertar y la iluminación son palabras usadas casi indistintamente. Despertar es salir del sueño a la realidad. Nuestra vida la podemos vivir como un sueño, pero también despiertos, iluminados, porque hemos conocido a Dios y las mismas experiencias cotidianas que habitualmente se viven dormidos; vividas en Dios, llenas de su luz, nos hacen vivir ya en este mundo despiertos en tanto es posible a nuestra naturaleza. Estamos llamados ya a contemplar, como San Benito contempló "todo el mundo en un solo rayo de la Luz divina". Esto es posible cuando el corazón, la mente y todo nuestro ser se unifican con el Verbo que inhabita nuestra alma. Nuestra lucha es el amor. Amar de manera que jamás Dios esté excluido de nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras acciones. Y solo por su Amor lo podemos lograr. Qué más podemos desear que lo que Él más desea para nosotros?

14 Y el Señor, que busca su obrero entre la muchedumbre del pueblo al que dirige este llamado, dice de nuevo:
15 "¿Quién es el hombre que quiere la vida y desea ver días felices?".
16 Si tú, al oírlo, respondes "Yo", Dios te dice:
17 "Si quieres poseer la vida verdadera y eterna, guarda tu lengua del mal, y que tus labios no hablen con falsedad. Apártate del mal y haz el bien; busca la paz y síguela".
18 Y si hacen esto, pondré mis ojos sobre ustedes, y mis oídos oirán sus preces, y antes de que me invoquen les diré: "Aquí estoy".
19 ¿Qué cosa más dulce para nosotros, carísimos hermanos, que esta voz del Señor que nos invita?
20 Vean cómo el Señor nos muestra piadosamente el camino de la vida.

El Señor no nos abandona a nuestras pobres fuerzas; nos da las herramientas de trabajo para que realicemos aquello que necesitamos hacer para seguirle sin trabas. La práctica de las virtudes. La guarda de la lengua, la rectitud y la verdad de la palabra, y la rectitud en nuestras acciones. Nos garantiza aqui que no apartará su mirada de nosotros que buscamos su Paz, aquella "paz que está más allá de todo cuanto podemos sentir e imaginar".

21 Ciñamos, pues, nuestra cintura con la fe y la práctica de las buenas obras, y sigamos sus caminos guiados por el Evangelio, para merecer ver en su reino a Aquel que nos llamó.

Para ello, el Señor nos invita dulcemente, amorosamente, y todo cuanto nos muestra en el camino del Evangelio, con su palabra y sus obras, nos son el ejemplo de lo que espera de nosotros, nos señala el camino hacia el Reino.



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